No voy a poner el ejemplo clásico de Edisson con sus 1.000 bombillas, pero con frecuencia olvidamos que las personas que conocemos por su éxito están donde están ahora porque en su tiempo fracasaron, y mucho.
Esas personas simplemente no consideraron su fracaso como tal. No hay fracaso, solo aprendizaje. Como dicen en Rusia, "los que no se arriesgan no beben champán"; o como dicen en España, "quien no se arriesga no cruza el río".
Hay otro aspecto de esta cuestión: nuestra orientación a los resultados. Solemos pensar que si uno no consigue resultados no vale para nada, lo que, mezclado con el pavor a ser "un fracasado", nos conduce a actuar con demasiada precaución, eligiendo los caminos menos arriesgados que llevan a los resultados seguros. Un colega mío holandés, un profesional de la creatividad con más de 20 años de experiencia, lleva a cabo una investigación que pretende encontrar explicaciones de porqué sus clientes no se atreven a elegir soluciones originales y realmente innovadoras, aunque las están buscando. No nos atrevemos.
El problema está en que los "caminos seguros" ya han dejado de serlo. Cada día más y más personas se dan cuenta de que las cosas nunca volverán a funcionar como antes. Mirad, por ejemplo, esta interesante discusión: Ser joven, tocado y hundido?. Lo que nos toca ahora es cambiar nuestra mentalidad y... abrazar el fracaso.